
Ella lo miraba con el cuerpo tranquilo, lleno, amado. Mientras suspiraba primaveras, imaginaba otoños de su brazo. Recordó aquellos días de domingo, al té del mediodía pidiendo calma al alma, a ciertos chicos, a ciertas decepciones. Lo quería porque estaba ahí y no lo soñaba. Lo miraba con la templanza del saber y entender que los suspiros no faltaron pero que solo las caricias que vienen directamente del corazón hacen volar. Lo miraba y lo estudiaba, lo imaginaba de ayer, de mañana, viviendo, riendo. Se cuestionaba sus secreteos y lo pensaba sin poderse contestar porque no importaba, lo miraba.

Él la amaba, pleno, desmayado, soñándola. Mientras su cuerpo reposaba su mano dibujaba deseos por su muslo. Era suave y el intenso olor a ella le servía de paleta de colores. La pensaba mientras oía su respiración e intentaba coordinar las aspiraciones. La quiere, se pregunta, se afirma, se convence, se emociona. Y al sabio calor de aquella piel despidió a la soledad sin despedida ni recibo. Comprendió, después de un suspiro desde la misma raíz, se queda, se queda a soñar, pero con Ella. Y piensa de vez en vez, ojalá me esté mirando.
Dibujos: Abril Quintanilla