A un milímetro grandioso a la redonda de mi organismo, en ese espacio que sólo roza el pelo agitado de mi cuerpo cuando baila de emociones y, alguna que otra vez, de la suave piel de quien me invade amistosamente, se cotiza últimamente recuerdos de aroma de entre tus pechos, piernas y cuello. Un espacio que fuera de ser reducido o estrecho, alberga partículas suficientes para rociarte entera de mi y hacerte sentir que estamos hechos de lo mismo.
No se olvida fácilmente el buen calor que deja el verano de tus abrazos ni la primavera de tus rincones, en estos momentos en los que temo la llegada de los fríos otoñales que anuncian inviernos. No olvido que al amor lo llamamos compañía, a nuestras responsabilidades “evolución personal”, al pan “comida” y al vino “tardes de risa”. No me olvido de la necesidad de necesitarte sin la obligación de pedirte, no por contrato ni por compromiso, ni mucho menos por el miedo de desgastarnos por tanto demanda, sino porque así perduramos en el tiempo y alargábamos el tranquilo momento de querernos en libertad.
Lo que no recuerdo, a causas de los olvidos, son la palabras escondidas y las calladas entre pecho y espalda al amén de no cambiar el misterio y saber si era Amor todo lo que nos pasaba. Los momentos que evitamos, los ladridos que susurramos, los imperfectos naturales de una evolución sensata. Los silencios de un kilómetro en alta mar, el estruendo despegar de un avión que se aleja o la afonía de las canciones que hicimos banda sonora de besos y encuentros. Olvidé las lágrimas, y la impotencia de un pañuelo humedecido, olvidé el caos de no poderme ordenar en un sinfín de conclusiones, porque no recuerdo el no recordarte y mucho menos el porque no te olvidé.
Pero es que no creo que sea importante tener capacidad para recordarte, lo importante es no tener ninguna intenciones para olvidar.
Ojala sea un buen otoño.
Foto: LA CATEDRAL (François-Auguste-René Rodin)
Tema (Video) : Sueño de una noche de otoño http://www.youtube.com/v/ctqbL7pikMI
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