He eliminado de mi cabeza otra idea brillante que se me presentó entre la Calle del Clavel y Libertad y la he tenido que triturar hasta la ultima ocurrencia porque no recuerdo cómo era. Es curioso, me llegó a la cabeza pensando qué escribir en este pergamino peregrino de la red al que todos llama blog y que yo he convertido en diario de los momentos de Paz. En realidad, creo (si no recuerdo mal) que tenía sobrecarga de descargar, es decir, exceso de despedir, expulsar. Es un impulso fascinante porque te inundan las ganas de escupir de alguna manera esos resortes tensos del día.
Cosas como: ¡Qué calor más derrotante y cuánto arde ver fuego en los montes de tu niñez!,... qué dolor de cuello da el dormir dando vueltas, y vueltas,...(qué miedo) ¡a este pais le preocupa más el terrorismo que la vivienda, y a nadie le importa el “problema de las drogas” (claro¡, ¿quién de coca no sabe de donde vienen los tiros). Y ese jefe recién llega de vacaciones con fuerzas y espíritu renovados, parece que rejuvenecen y vuelven a re-oprimirte,... y esos... esos que se ponen a gritar , fuerte, que la oficina se entere, “¡Me voy de vacaciones, adiós, hasta septiembre¡¡¡¡ (JODER¡¡¡ ya lo séeee, lo has dicho 30 veces so’chulo, en las dos ultimas semanas, 30 al día). Y esa falta de suerte durante el devenir de las horas, no sé, que me funcionara el mechero, por ejemplo, o que me llamara un productor de Universal, esas cosas que te hacen medir que tal ha ido el día (¿qué tal ha ido el día, cariño?). Hasta la melancolía de esta luna llena o lo vacío que está Madrid o, simplemente, lo mucho que echo de menos tirarme al mar y flotar. Todas esas cosas pude haber contado pero más me ha preocupado y preocupa es que no puedo recordar la idea que vino entre la calle Clavel y Libertad.
No lo recuerdo y me parece una falta de profesionalidad “bloggera” enviar mis ideas, sin defender que sean o no interesantes, al retrete del olvido temporal transitorio sin ni siquiera tener la oportunidad de que me arregle este día, que total, se acaba ya. En verdad puedo decir que lo mejor que le puede pasar a un mal día es que se acabe lo antes posible.
Que descansen....
Cosas como: ¡Qué calor más derrotante y cuánto arde ver fuego en los montes de tu niñez!,... qué dolor de cuello da el dormir dando vueltas, y vueltas,...(qué miedo) ¡a este pais le preocupa más el terrorismo que la vivienda, y a nadie le importa el “problema de las drogas” (claro¡, ¿quién de coca no sabe de donde vienen los tiros). Y ese jefe recién llega de vacaciones con fuerzas y espíritu renovados, parece que rejuvenecen y vuelven a re-oprimirte,... y esos... esos que se ponen a gritar , fuerte, que la oficina se entere, “¡Me voy de vacaciones, adiós, hasta septiembre¡¡¡¡ (JODER¡¡¡ ya lo séeee, lo has dicho 30 veces so’chulo, en las dos ultimas semanas, 30 al día). Y esa falta de suerte durante el devenir de las horas, no sé, que me funcionara el mechero, por ejemplo, o que me llamara un productor de Universal, esas cosas que te hacen medir que tal ha ido el día (¿qué tal ha ido el día, cariño?). Hasta la melancolía de esta luna llena o lo vacío que está Madrid o, simplemente, lo mucho que echo de menos tirarme al mar y flotar. Todas esas cosas pude haber contado pero más me ha preocupado y preocupa es que no puedo recordar la idea que vino entre la calle Clavel y Libertad.
No lo recuerdo y me parece una falta de profesionalidad “bloggera” enviar mis ideas, sin defender que sean o no interesantes, al retrete del olvido temporal transitorio sin ni siquiera tener la oportunidad de que me arregle este día, que total, se acaba ya. En verdad puedo decir que lo mejor que le puede pasar a un mal día es que se acabe lo antes posible.
Que descansen....
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